Es
incomprensible como en pleno SXXI vivimos inmersos en una moralidad
presupuesta e impuesta por los medios de comunicación, que
financiamos con nuestro deplorable consumo. Es aún más
incomprensible como hemos sustituido unos valores por otros, no
obstante, esta sustitución viene dada por las respectivas raíces de
la anterior moralidad, no logrando erradicar, en ningún caso, la
moralidad confeccionada desde las esferas del Poder. Esto es así
porque vivimos en un sistema tanto político, social y económico que
tiene como pilar básico el respeto de la ley y el orden.
Respetamos
esta falaz legalidad de carácter burgués, recordemos que la
institución estatal tal y como la conocemos actualmente viene dada
por la intervención de la burguesía en la historia política, este
“respeto” viene dado gracias a que vivimos en un régimen
político sustentado en la esperanza, esto se da debido a que,
quienes forman, practican y ostentan el Poder, saben que la
represión-opresión no es efectiva sino viene dada con una pizca de
esperanza.
Por
ejemplo, el régimen político “democrático” podría desposeerse
de su máscara y darse a conocer como realmente es, un régimen
político igual de tirano que cualquier otro, bien sea “liberal”
o “comunista”, sencillamente podría condenar cualquier
disidencia política bien sea con fusilamientos o campos de
concentración, donde todos los individuos que forman ésta
sociedad fuesen conscientes del peligro que conlleva la libre
actuación y pensamiento, sin embargo, esto lo único que
genera es un respeto dado por el temor a ser objeto de
represión-opresión, no genera, en ningún caso, la defensión del
régimen, dado por la esperanza. No obstante, si actúas
como lo hace el régimen político democrático, con una etiqueta
social donde los derechos humanos son supuestamente salvaguardados,
donde las “revoluciones” sociales, políticas y económicas
pueden darse, siempre y cuando se muevan por lo delimitado por el
estado-capital, ofreciendo a su vez comodidades a los individuos
que forman esta respectiva sociedad, dentro de éstas comodidades
nos encontramos con la enseñanza y sanidad pública, la jubilación,
reducción de la jornada laboral y de la edad de jubilación, entre
otras muchísimas medidas como la implantación del consumismo barato
como muestra de tu buen “poder adquisitivo” que viene dado por
una calidad de vida que sólo es posible con la democracia,
por supuesto, todo esto es dado sólo si coincide con un buen
funcionamiento de la economía, de ahí surgen las crisis
económicas donde todas estas comodidades se ven anuladas, reducidas
y empobrecidas, el sistema político democrático legitima las
relaciones económicas de carácter capitalista, por tanto legitima
la creación de crisis económicas para el correcto desarrollo e
implantación de la servidumbre salarial y existencial, con una
excusa perfecta que estará sustentada en todas las comodidades que
nos ofreció el sistema en sí mismo, así nos acusaran de ser los
culpables de vivir por encima de nuestras posibilidades y nos
exigirán sacrificios inaceptables que desembocarán en la
depauperación de la economía común de los individuos que sufren el
mal democrático.
Sin
embargo, todo esto no finaliza aquí, se servirán de los medios
de comunicación y control social para que esta situación sea
aceptada por una relación de sumisión, donde los individuos que
antes disfrutaban del auge económico del estado-capital, perderán
todos los derechos arrebatados a la burguesía por medio del
derramamiento de sangre; esta relación de aceptación-sumisión se
fortalecerá gracias a ese auge económico y social que fue dado por
el estado-capital, para satisfacer a los individuos que forman la
sociedad democrática, es decir, debido a que tuvieron una “gran
calidad” de vida, respetarán y defenderán, si hace
falta, con su desvida la ley y el orden democrático burgués
ya que ha sido este el que les ha ofrecido todas esas comodidades de
las que disfrutaron, soñarán esperanzados con esas comodidades
mientras sufren el empobrecimiento de sus existencias para ensanchar
las fortunas de quienes forman el estado-capital.
Así
confecciona el estado democrático individuos que sirven a los
intereses de sus propios verdugos, sumisos y obedientes donde la
constitución, la ley y el orden burgués se forjan como los nuevos
dioses a los cuales deben servir, viviendo en un infierno terrenal
para ascender al decadente paraíso de la comodidad, que les asemeja
a los verdugos que les destinan a una vida de servidumbre
salarial-existencial.
Mercado, dinero y espectáculo, el tridente capitalista que nos equipara a mera mercancía.
ResponderEliminarSalud y lucha!