La ferocidad estatal se
intensifica, crece y se propaga en la misma linea que las democracias
liberales, con sus respectivas instituciones ilegitimas, que
sustentan una legalidad, en esencia y origen, hipócrita, dejando
entre ver el legado del nacional-catolicismo en sus acciones;
sencillo es evangelizar, catequizar o sermonear, al igual que
exhortar, en el caso de no acatar, castigar. Normativas, reglamentos,
estatutos, legislaciones o constituciones, con el fin de amaestrar y
legalizar su autoridad, de esta manera, constituyen una moralidad
común, que se ve materializada, por un lado, en el buen
nacional-católico o por otro lado, en el cívico ciudadano, que se
somete al reconocimiento de la condición, en pocas palabras, del
siervo moderno de la ley y el orden. Sin embargo, a pesar de tanta
normativa, constitución, ley, orden y moralidad, quienes forman y
ejercen el poder y la autoridad, son ajenas a éstas limitaciones y
condicionamiento de derechos y libertades individuales, al igual que
a las “sanciones” que conlleva desobedecer el orden establecido
por el estado-capital. Es así, como infunden el terror, para desviar
la atención del verdadero terrorista, el estado-capital, que en
nombre de una democracia que legitima la invasión de países como
los respectivos genocidios que se llevan a cabo con total impunidad,
por un único interés, el enriquecimiento de la enfermiza élite que
conforma el nuevo orden mundial, a su vez los medios de comunicación
sirven a ésta distorsión de la realidad, unidos todos en ofrecer
las perfectas calumnias previamente establecidas que sirven al
interés estatal: se crean nuevas cadenas, nuevos programas de
actualidad política, unos con un carácter conservador, y otros con
un carácter más progresista, sin embargo, todos bajo la misma
estela, la del poder, la autoridad y el capital. Todo esto se ve
reflejado en las últimas actuaciones represivas por parte de las
fuerzas coercitivas estatales, por las cuales, la persecución
ideológica es cada vez más evidente, quien no desee verlo, sirve al
régimen:
Por un lado, el pasado
mes de Diciembre, con la denominada “Operación Pandora”, se
instauró una verdadera “caza de brujas”, el crimen que
persiguen: el libre pensamiento, actuación y asociación. Hace un
par de días con la llamada “ley de seguridad ciudadana”, se dio
vía libre a la plena persecución y criminilización de todo aquel
que no asuma como propia la burguesa legalidad, que supone el
silencio de los explotados y miserables individuos que se prestan a
éstas relaciones de autoridad, dominación y poder:
el último de
los comodines estatales, el siempre utilizado por éste es la
criminilización-persecución del movimiento antiautoritario, cuando
no funciona la instauración de la xenofobia y el miedo para
apaciguar el descontento de la muchedumbre, conducidas cual pastor al
rebaño a un perpetuo estado caracterizado por el temor, descontento
y frustración, sin embargo, éstos son en su mayoría, gregarios y
cuyo marco de actuación se ve delimitado por el estado y el capital,
incapaces de concebir una existencia al margen de representacionismos
o dirigismos: heredera de la Operación Pandora, se abre la
“Operación Piñata”, un nuevo ataque represivo, donde se
persigue nuevamente el “terrorismo anarquista”, como era de
esperar, los delitos que éstos incriminan, es la capacidad de
individuos afines, de asociarse libremente, rompiendo con el
engranaje que beneficia, legitima y sustenta al estado-capital. Los
miserables cínicos que forman, ejercen y practican el poder y la
autoridad junto con los medios de comunicación hablan de “terrorismo
anarquista” debido a que nuestra mera existencia, sin concebir como
propias, factores ajenos y artificiales como las ideas de religión,
estado, ley, orden, paz social, dinero, democracia,
representacionismos, jerarquías, sumisión u obediencia, suponen la
implantación del terror, pero dentro de las concepciones, los
límites preestablecidos por la burguesía moderna: éstos,
utilizarán todos los medios necesarios para erradicar la disidencia
libertaria, la única que no sirve a ningún interés ajeno a la
voluntad de poder del individuo.
Foto extraída de: Madre Anarquía (Iberia) |
Vivimos una realidad en
la cual las democracias liberales, como cualquier otro régimen de
carácter autoritario-fascista, bajo la etiqueta “social”,
legitiman, en nombre de la seguridad de la ciudadanía manipulada,
enajenada, y domesticada, aquella que elige a sus propios verdugos,
con la falaz ilusión de contribuir en la vida política, y de
ejercer un total control sobre sus vidas: la persecución ideológica,
los montajes policiales que se caen por sí mismos, las torturas, los
asesinatos de estado, … en definitiva, todo aquello que corrompe y
acaba por destruir las libertades individuales que éste régimen
dice defender, preservar o salvaguardar, bajo ésta premisa ha
logrado arraigar al igual que perpetuar y justificar su existencia,
dominación y autoridad sobre la miserables vidas de quienes las
defienden y sustentan. Esta puede ser la opción más cómoda para
muchos, legitimar las diferentes caras del representacionismo, sin
embargo, para otros muchos, es una violación absoluta de nuestra
dignidad y libertad individual, debido a esto, no conseguirán ahogar
nuestros aullidos de libertad.
Nuestros anhelos
destructivos no perecerán: nuestra rebeldía brotará y acabará por
degollinar vuestra actividad.
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