La
violencia es necesaria en cualquier actitud de carácter disidente,
que pretenda romper con cualquier relación de represión-opresión.
Sin embargo, la violencia, mayoritariamente, no es tomada como valida
o legitima, esto es así porque el engranaje democrático-capitalista
ha confeccionado, inclusive en aquellos que se cuestionan el orden
establecido, una actitud moralista ligado al ciudadanismo, la divina
tradición del respeto de la legalidad burguesa se ha visto tomada
como propia, por una relación de aceptación-sumisión, es
confeccionada esta relación gracias a que, existe la creencia de que
únicamente el estado-capital se ve legitimado a aplicar violencia,
siempre que esta sea necesaria, naturalmente a los ojos de nuestros
verdugos. Esta violencia ilegitima que viene dada por el
estado-capital, la autoridad y el poder, perduran en la actualidad
por su mera existencia; aquí, entra en juego el anarquismo
indiscutiblemente ligado al veganismo.
El
estado-capital, por su mera existencia, practica una violencia
ilegitima por las relaciones de autoridad y poder que este protege y
ejerce. Estas relaciones, son practicadas en todos los ámbitos que
nos rodean y de los cuales somos participes sino tomamos una actitud
antiautoritaria, esta actitud debe ser tomada, al margen, de
representacionismos o dirigismos que se mueven por lo delimitado por
el estado-capital, es decir, por quienes ejercen una violencia
ilegitima que debe tener una respuesta contundente que se traduce en
violencia revolucionaria y legitima, ésta respuesta debe tener, por
supuesto, un fin u objetivo, que debe ser la destrucción de las
relaciones de autoridad y poder, que ejerce el estado-capital y que
reproducimos en nuestros homólogos no-humanos. El anarquismo y el
veganismo van de la mano, porque ambos, si son tomados como un
verdadero componente revolucionario, alejado de dirigismo o
representacionismo, son posturas, por esencia, revolucionarias, y por
tanto, violentas, ya que éstas se cuestionan el orden burgués
preestablecido.
Descartar
la violencia como un componente necesario y lógico, es un grave
error ya que una actitud pacifista, la practica de la no-violencia
protege al estado-capital, por tanto salvaguarda las relaciones de
poder y autoridad que este ejerce y protege. Caeríamos, entonces, en
una actitud colaboracionista, donde seríamos participes de la
imposición de la servidumbre existencial tanto en los animales
humanos como los no-humanos. Si verdaderamente se tiene como fin u
objetivo abolir las relaciones de autoridad y poder, reproducidas
también en el especismo, se debe desterrar todo pacifismo
colaboracionista, si esto no sucede, y nos movemos por lo delimitado
por el estado-capital, somos cómplices de la perpetuación de las
relaciones de poder y autoridad y legitimamos la existencia de estas
relaciones jerárquicas.
La
raíz del problema es el sistema-capital, para romper con las
relaciones de poder y autoridad tiene que entrar en juego el
anarquismo y el veganismo, cabe destacar que con el término
anarquismo, debería darse por supuesto el veganismo, una ideología
que pretende la igualdad y la libertad no debe reproducir las
relaciones de poder y autoridad que reproducen por una
relación-sumisión los libertarios especistas, enseñanza directa de
los verdugos que dicen cuestionarse. Ni el veganismo ni el anarquismo
deben permitir actitudes pacifistas, donde quienes se autodenominan
libertarios o antiespecistas estén reproduciendo las relaciones de
poder y autoridad que pretenden abolir, moviéndose por lo delimitado
por el estado-capital, tomando una actitud reformista a la par que
colaboracionista, posicionándose a favor de sus respectivos
verdugos, al igual que ofreciendo la otra mejilla mientras la
ferocidad represiva de la existencia del estado-capital aumenta, y
con ellas la servidumbre en todas las especies que habitan el planeta
Tierra.
Cansados
de estas actitudes que no hacen más que fortalecer al
estado-capital, nos declaramos como la nada antiespecista, que lucha
por la liberación animal humana y no-humana. Hacemos un llamamiento
a la violencia como herramienta revolucionaria; al rechazo a toda
actitud colaboracionista, practicada inclusive por nuestros propios
compañeros que se auto-denominan antiautoritarios. Para ellos, su
trágico destino ya lo hemos previsualizado, si cae el estado-capital
con todas las relaciones de poder y autoridad, caéis también
vosotros.
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