
El
estado-capital, por su mera existencia, practica una violencia
ilegitima por las relaciones de autoridad y poder que este protege y
ejerce. Estas relaciones, son practicadas en todos los ámbitos que
nos rodean y de los cuales somos participes sino tomamos una actitud
antiautoritaria, esta actitud debe ser tomada, al margen, de
representacionismos o dirigismos que se mueven por lo delimitado por
el estado-capital, es decir, por quienes ejercen una violencia
ilegitima que debe tener una respuesta contundente que se traduce en
violencia revolucionaria y legitima, ésta respuesta debe tener, por
supuesto, un fin u objetivo, que debe ser la destrucción de las
relaciones de autoridad y poder, que ejerce el estado-capital y que
reproducimos en nuestros homólogos no-humanos. El anarquismo y el
veganismo van de la mano, porque ambos, si son tomados como un
verdadero componente revolucionario, alejado de dirigismo o
representacionismo, son posturas, por esencia, revolucionarias, y por
tanto, violentas, ya que éstas se cuestionan el orden burgués
preestablecido.
Descartar
la violencia como un componente necesario y lógico, es un grave
error ya que una actitud pacifista, la practica de la no-violencia
protege al estado-capital, por tanto salvaguarda las relaciones de
poder y autoridad que este ejerce y protege. Caeríamos, entonces, en
una actitud colaboracionista, donde seríamos participes de la
imposición de la servidumbre existencial tanto en los animales
humanos como los no-humanos. Si verdaderamente se tiene como fin u
objetivo abolir las relaciones de autoridad y poder, reproducidas
también en el especismo, se debe desterrar todo pacifismo
colaboracionista, si esto no sucede, y nos movemos por lo delimitado
por el estado-capital, somos cómplices de la perpetuación de las
relaciones de poder y autoridad y legitimamos la existencia de estas
relaciones jerárquicas.

Cansados
de estas actitudes que no hacen más que fortalecer al
estado-capital, nos declaramos como la nada antiespecista, que lucha
por la liberación animal humana y no-humana. Hacemos un llamamiento
a la violencia como herramienta revolucionaria; al rechazo a toda
actitud colaboracionista, practicada inclusive por nuestros propios
compañeros que se auto-denominan antiautoritarios. Para ellos, su
trágico destino ya lo hemos previsualizado, si cae el estado-capital
con todas las relaciones de poder y autoridad, caéis también
vosotros.
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